martes, 17 de agosto de 2010

Natalio Garrido, el gran "rústicoman"

Natalio y la mula Cordero
En el diccionario de la lengua española , el término "rústico" atribuido a las personas significa: "persona que ha nacido y vive en una zona rural."
Como sinónimos aparecen "aldeano, labriego y campesino".
Todos estos términos cooinciden con el protagonista de la historia de hoy. Sí, Natalio nació y vive en una zona rural. Es un aldeano de Válor, es labriego y  es campesino.
Es, por consiguiente, un "rústicoman" con todas las letras (sobretodo teniendo en cuenta que lo es por voluntad propia, puesto que de joven emigró a Barcelona donde estuvo trabajando en un bar de la calle Balmes durante ocho años).
Pero a mi, conociéndolo a él y a otros rústicos de la zona, me saben a poco estos vocablos.
Porque un "rústicoman" es Naturaleza pura, es Universo, es Inteligencia. Es Templanza, Valor y Paciencia.
Es un hombre con sentido y con una sensibilidad suprema, alguien que es capaz de percibir el aleteo de una avispa a un Km de distancia y el acecho de un jabalí escondido entre la maleza sin necesidad de verlo.
Envidio ese "estar conectado con el entorno" ese "sexto sentido" primigenio que te protege y te ayuda , esa "vista panorámica" que detecta un chorro de agua en lo alto de la sierra en días de niebla.
Y a mi se me abren los oídos como dos ventanales frente al mar cuando, ya al atardecer, se viene a mi porche a charlar un rato y me dice "Cucha que te diga...vamo a ve" (en fonética alpujarreña). Porque Natalio habla con tal propiedad y afluencia que, cada vez que le escuchas te arrepientes de no tener bolígrafo o grabadora en mano.
Le encanta explicar historias de la zona. Porque la siente y la vive con pasión. Porque, como muy bien dijo en el pregón de las fiestas de moros y cristianos en septiembre de 2008 , haciendo referencia al texto original ,:"Los hijos de Válor es mucho el honor que tenemos, y aquí, desde que nacemos, sabemos todos luchar".
Y es verdad. Él sabe luchar. Él sabe lo que es tener que aceptar el flujo desigual de la vida, el aceptar que un vendaval de media hora te haga trizas la cosecha de pimientos o que el jabalí suelto se te coma el maíz. Sabe lo que es caminar horas y horas para que los campesinos puedan regar sus paratas. Porque Natalio también ha sido acequiero y se conoce cada gota de agua de la sierra. Y sabe de perseverar. Por eso Natalio es incansable, inagotable. Porque, según palabras del filósofo Francesc Torralba, la perseverancia es el antídoto contra el cansancio.

Natalio y la yegua Chica
El campo, el cuidado y adiestramiento de los animales, la sierra y el agua le aportan a Natalio la paciencia necesaria para aceptar los vaivenes de la vida.
Las relaciones sociales y la participación en la fiesta de los moros y cristianos desde niño  (ya a los cinco años empezó a ir a los ensayos con su padre, expone en el pregón para las fiestas del Santo Cristo de la Yedra de 2008) le dan ese toque de fantasía e imaginación que le hacen vibrar como ser humano no sólo conectado con la naturaleza, sino también con sus congéneres.
De este verano 2010 me quedo con una frase suya, emergida desde el fondo de su alma, después de contarme historias de pérdidas y sufrimientos: "Mira Teresa, a veces la vida se pone tan cuesta arriba que no todo el mundo tiene fuerzas para subirla".
Pero Natalio sí que sabe dosificar sus fuerzas subiendo con pasitos cortos cada cuesta y siente, como uno de los protagonistas de la novela de Rosa Montero, Te trataré como una reina, que "Quizá, después de todo, mereciera la pena esta interminable lucha del vivir."







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