viernes, 3 de septiembre de 2010

Oración

Foto: René Van Es
Angustias nació en Válor en el año 1900. Su madre murió siendo ella chiquita y, criada por un padre enlutado y unas tías solteronas, fue casada sin amor con Ricardo, un hombre robusto y huraño, nacido en Mecina Alfahar en el año 1895. Ricardo había nacido en el seno de una familia adinerada. Era, por tanto, un buen partido para una huérfana tierna y delicada como Angustias.

Los años fueron pasando de forma letárgica. Y al mismo tiempo que crecían los hijos, el corazón de Angustias se iba deshilachando, extinguiendo como la lumbre de una cerilla.

Pero sucedió un milagro, porque los humanos somos impulso, latido itinerante desmenuzado que va esparciendo sus simientes por la atmósfera en busca de consuelo, de amor verdadero y pasión desenfrenada.

Y, en 1940, apareció él. Forastero. Joven. Apuesto. Inteligente. Locuaz. Divertido y alegre. Atento. Sensible. Mágico. Y ella le creyó. Le creyó porque el alma inocente necesita creer, necesita mirar al cielo, necesita un reflejo de dignidad y una cara de ilusión. Y a pesar de que sus párpados se arrodillaban cada vez que él la miraba por sentirse en pecado, pasó lo que tenía que pasar. Y llegaron los besos.  Y, a pesar de los remordimientos,  la atracción por él  era más fuerte que la estabilidad de un matrimonio roído por la desidia.Y ella siguió creyendo. Y ella siguió luchando consigo misma. Y siguió mirando, ahora de frente, para comprender que ese hombre mágico no era más que una brecha entre su deseo y su esperanza.Y ella empezó a darse cuenta de que el reflejo del cielo era sólo un espejismo del diablo.

Y empezó a sentir esa incomodidad de sentirse exprimida, privada de libertad, escrutada, perseguida por unos ojos murciélagos que querían poseerla. Y dejó de creer en él .Y su alma se convirtió en un cactus sobre monte desierto. Y empezó a sentir ese fastidio de estar siempre escapando. Y sintió un miedo atroz capaz de matar en defensa propia. Un miedo hueco, huérfano de madre, como ella.

Ella, que había sido tan devota. Devota de la virgen de las Angustias y devota del Santo Cristo de la Yedra no perdió la fe e imploró que la liberaran de ese  mal llamado amor, de ese vínculo dañino como cadena perpetua.. Y, escuchando sus lamentos, el Santo Cristo prometió atender sus ruegos de madrugada.

Y a la mañana siguiente, al toque mismo de la quinta campanada, Angustias se vistió de blanco, como una novia, como una virgen, como una azucena recién abierta y recorrió descalza el camino que separaba su casa de la iglesia.

Y entró en el templo como quien entra en su propia alma.Y se descubrió el velo. Y se descubrió el hombro. Y se descubrió el pecho. Y se descubrió su latido maltrecho postrándose ante el Cristo de la Yedra.


Y una voz grave surgida de sus mismas entrañas recitó serenamente la primera y única oración que por siempre jamás le acompañaría:
               ORACIÓN
Vuelvo al punto de rodillas y rezo:
(con los párpados bien abiertos.Mudos.)
"Este amor ya es tiempo muerto, futuro
de hojarasca caída por los pechos,

humus que penetra con ojos ciegos
(de cuerpo presente y sueño caduco)
en carne abierta por besos ateos,
sin Dios, ni virgen ni profeta: humo.

Este amor ya es olvido, blanca túnica
de besos leídos, tiempo de descuento,
cuerda floja, certeza de lo efímero."

Me confieso al tiempo perdido y, súbita,
comulgo relojes, libero lamentos,
cierro bien los dos párpados y vivo.

             AMÉN

Y  en esos mismos instantes el aire flotó en forma de pétalos multicolores y desde los bancos vibraron tiernas canciones de cuna. Y el alba saludó con un guiño al polvo recién nacido de la liberación de un alma torturada.

Y por la ranura mínima de la cúpula partió la congoja de Angustias, desnudándose del abrigo de vacío que le había acompañado desde su infancia.

Y despertó la luz.
Y la luz la besó con un beso iniciático, de resurrección.
Y Angustias salió de la iglesia y esparció la buena nueva por las lomas del infinito para que su suerte germinara en otras almas malheridas.

Y si tú, lector o lectora, tenías el alma agonizando, debes saber que leyendo esta historia has quedado liberado/a para toda la eternidad de amores que, pareciendo miel, inyectan hiel. Porque este es el milagro del Santo Cristo para las almas que, a pesar de haber sudado lágrimas, siguen teniendo fe. Y ahora eres tú quien decide si creer o no creer.

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