viernes, 22 de octubre de 2010

Castillejo moro

  Las ruinas son siempre una puerta abierta a la imaginación. Se erigen enigmáticas como la constatación de un pasado que se nos ofrece, sólo en parte, para demostrarnos que nosotros también seremos, en el mejor de los casos, una  ruina para contemplar. 
Son una porción de materia que nos recuerda que nada es inamovible y que, allí donde hubo bullicio, disputas, amor o riña hay ahora  un silencio sugerente, incógnita de curiosos deseosos de buscar respuestas a pesar de saber que esas, en cuestión de tiempo, no existen.
Así, la reconstrucción de la historia es siempre fantasía, presuposición, aventura, cojín donde dar el relevo al único sentido de la humanidad: la pervivencia más allá del tiempo y del espacio.

En la Alpujarra coexisten ruinas de distintas culturas y, así, su historia, se impregna de batallas y luchas por un territorio a la par hostil y generoso.

Los historiadores datan el nacimiento de Válor como población en el siglo X y, si bien algunos relacionan el nombre de Válor con el latín "Vall" o "valle", otros lo relacionan con el topónimo árabe "ballur", por el espectáculo que ofrece el brillo de los terrados de "launa", una roca que los andalusíes consideraban piedra preciosa.

De esta época (S. X, XI) encontramos el "Castillejo" situado estratégicamente en el "Cerro el Tejado", desde donde se divisan los núcleos de Válor, Mecina Alfahar, Nechite, la subida a Mairena  y Ugíjar y de cuya fortaleza existen una muralla y  los restos de lo que debió ser un poblado.

Y, a mi me fascina, no la ruina en si, sino el misterio que supone la contemplación de una vida latente en los segmentos que han perdurado para que mis dedos pudieran escribir este romance:


CASTILLEJO MORO

Tú, castillo moro,
castillejo con embrujo,
descúbrenos tu pasado
en roca profunda
y barranco abajo.

Tú, castillo moro,
di qué escondes en tu reino,
vivo fósil soleado,
fluyen tus raíces
a vista de pájaro.

Tú, reino de taifas,
monte erguido entre dos cerros,
abandona faz y arado
y relata grave
tu muerte y reinado.

Tú, reino de taifas,
por balates protegido,
amores ciegos en lo alto,
por pasión herido,
muerto y enterrado.

Tú, castillo moro,
castillejo con embrujo,
descúbrenos tu pasado
en roca profunda
y barranco abajo.

Datos históricos recogidos en los apuntes cedidos por José Antonio Moreno a la autora de este blog

sábado, 16 de octubre de 2010

El campanario


Campanario de Mairena/foto de José Antonio Moreno
EL CAMPANARIO

El campanario se rinde
con su gran desasosiego
a las horas que se funden
con el pecho descubierto.

Y en la esfera de su párpado
los minutos son aliento
de enamorados que luchan
por alargar sus encuentros.

Poderoso por altura
trabajador sin asueto
su canto rescata a algunos,
su llanto provoca hueco.

Sin vértigo ni locura
su corazón late atento
al ritmo desconcertado
del vivir de todo un pueblo.

Y entre latido y latido
alguien pide al firmamento
que su martillo incesante
deje de ser un secreto.

El campanario se rinde,
con su gran desasosiego
a las horas que se erigen,
solemnes, a pecho abierto.
Teresa Borotau

Mairena/ Foto de José Antonio Moreno

lunes, 11 de octubre de 2010

ojos de olivo



I
Clavel en pelo
con el rojo en la entraña
romance en boca

II
Pechos de almendro
nutren la tierra prieta
con esperanza

III
Monotonía,
las voces del romance
redoblan cerros

foto: José A. Moreno


IV
Castaño en lengua
la infancia se derrumba
barranco abajo

V
Muerte parida
campanar enlutado
pueblo en silencio

VI
Fetiche en roca
un parto de colores
a gran altura



Foto: José A. Moreno

VII
Besos de launa
entre olivos y almendros
frutos del tiempo

VIII
Temple en los ojos
grandeza en las guitarras
compás y queja

IX
En cada curva
sobre verdes rojizos
impacta el blanco


Foto: José A. Moreno

X
Atril sereno
requiebro de colores
álamo recio

XI
Cuestas estrechas
ruegan al monte ambiguo
tacto y clemencia

XII
Cielo de blancos
desde el río reseco
sacia su sed

Foto: José. A. Moreno

XIII
Las casas lunas
cal de voz y lamento
entre pobreza

XIV
Ojos de olivo
dedos de pasodoble
entre seis cuerdas

XV
Granado en sangre
sol risueño en el fruto
de adolescencia


Foto: José A. Moreno

XVI
Plomo en la arena
de lejos silba el viento
cortijo abajo

XVII
Música en vivo
mazurca entre mujeres
pecho con pecho

XVIII
Recogimiento
el Cristo de la Yedra
ruega en silencio

sábado, 25 de septiembre de 2010

Despedidas y ausencias. Caleidoscopio.


Desde la lejanía de la alpujarra y sus gentes se me ocurre esta reflexión:                                                          
foto: René Van Es
                                                                                            “Amanecemos
                                                                                              Con nueva soledad
                                                                                              Entre tumultos”

 A veces uno no puede despedirse. A veces uno no puede y, a veces, uno no quiere, o no sabe, o no tiene tiempo, o lo que sea que ocurra.
Por eso, a veces -y más a menudo de lo que parece- hay personas que aparecen y desaparecen de nuestra historia. Retales de vida que se cruzan con nuestra trama y nos dejan un pequeño hilo de color en la estampa de nuestra nueva circunstancia.
Porque  en cada encuentro se renueva nuestra circunstancia. Y la circunstancia se hace de encuentros y desencuentros, de casualidades, fortunas y recuerdos, de presencias y ausencias más o menos aceptadas.
Hay personas que olvidamos y, otras, que añoramos a pesar de que los calendarios vayan quemando páginas. A pesar de haber cruzado con ellas solamente unas cuantas palabras.
Hay segmentos de nuestro recuerdo que son imprescindibles para comprender quién somos hoy, quién fuimos ayer y quién podemos llegar a ser mañana.
Y, aunque parezca mentira, no sólo nos atañen nuestras propias ausencias, sino que heredamos ausencias incrustadas en el corazón de quienes conviven con nosotros.
Así comprendemos cómo la ausencia de un abuelo pueda llegar a ser tan importante para un nieto aún sin haberlo conocido, porque la pena de su padre conformará una circunstancia familiar inevitable para ese niño que, contento por tener la presencia del padre, llora sin consuelo porque éste tiene una parte de sí encharcada de tristeza, en luto permanente.
Nadie es imprescindible, eso es bien cierto. Pero hay quienes resultan insustituibles porque nos ayudan a desarrollar nuestro mejor yo estando en su compañía. Y al faltarnos, en realidad, es a ese “nuestro mejor yo” a quien echamos de menos y a quien tememos olvidar para siempre.
Por eso decimos “-No te marches, por favor, te necesito”. Porque esa partida, más o menos pactada, supone fragmentarnos y empobrecernos. Y tenemos miedo, pánico a no poder mostrar nunca más ese yo que nos llenaba de dignidad humana.
Foto: René Van Es

Por eso, al relacionarnos, nos multiplicamos. No porque tengamos descendencia y procreemos, sino porque al interactuar nos manifestamos de múltiples maneras, quizás desconocidas hasta para nosotros, y aprendemos y acabamos siendo un caleidoscopio de “yoes” construidos a base de ausencias y presencias. Y acabamos descubriendo que no somos uno, sino que somos muchos en polifonía conformando una única cantata. Cada “otro” te abre una ventana de ti mismo, un mundo abierto, un nuevo paisaje lleno de claroscuros.
Porque en realidad son los otros quienes nos construyen. No nos engañemos a nosotros mismos, por favor. Nacemos solos y morimos solos y compartiendo nuestras soledades nos construimos. Seamos agradecidos y admitamos que, sin ese u otro encuentro, por desagradable que haya sido la experiencia, no seríamos quienes somos.
Y si antes decíamos que rechazamos la pérdida de alguien gracias al cual surge nuestro mejor “yo”, también es cierto que hay encuentros, no menos fascinantes e importantes, que nos descubren ese “yo primitivo” que lucha por sobrevivir, ese “yo asesino” que nos ayuda a comprender que ese “yo temible” también existe en cada uno de nosotros como un volcán en latencia capaz de arrasar con todo.
Esos encuentros nos descubren cómo nuestro potencial energético tiene múltiples manifestaciones, un anverso y un reverso, una noche y un día.
Es fácil decir desde la barrera “-Yo no sería capaz de tal o cual cosa” “No comprendo el horror de la guerra ni sus atrocidades” “-Soy incapaz de matar a nadie.”
Preguntémonos: “- ¿Estoy seguro?, ¿Me he visto envuelto en una situación límite? ¿Puedo jurar desde una situación privilegiada de seguridad que no sería capaz de hacer lo mismo?”
Y si lo pensamos concienzudamente nos percataremos que saber de lo que uno es capaz es, en cierto modo, tranquilizador. Saber que uno tiene la fuerza, la energía de una tormenta con sus rayos y truenos y también la calma que le sigue, el cielo abierto, el mar apaciguado. Saber que uno contiene al profeta y al asesino. Saber, en definitiva, que uno es naturaleza pura. Error y acierto. Acción y reposo. Retirada y entrega.
Y es bueno saber que somos “en el otro”, “por el otro”, “para el otro” y “a pesar del otro”, existiendo en la medida en que existen “los otros” y que si yo me descubro en el otro y el otro se descubre en mí es porque nos necesitamos para existir, para crecer, para desarrollarnos como seres humanos.
Y está bien saberlo para decidir quién queremos que nos acompañe en el apasionante  proceso de crecimiento hacia la humanidad, teniendo en cuenta que hay quien nos facilita el nacimiento del hombre y quien nos desata la bestia primigenia.
Y es bueno saber también que cada día y en cada encuentro nace y muere algún “yo mismo” siendo, por tanto, seres en continuo movimiento, cambio constante de ganancias y pérdidas, seres naciendo y muriendo a cada instante, buscándonos en los otros a nosotros mismos. Aprendiendo, escogiendo, entregando, decidiendo, recibiendo, llegando y partiendo.
Y si sabemos esto, ¿Por qué no nos esforzamos en cada encuentro por ser una puerta mágica permitiendo al otro que se descubra un yo desconocido, un yo único, maravilloso y creativo?

viernes, 3 de septiembre de 2010

Oración

Foto: René Van Es
Angustias nació en Válor en el año 1900. Su madre murió siendo ella chiquita y, criada por un padre enlutado y unas tías solteronas, fue casada sin amor con Ricardo, un hombre robusto y huraño, nacido en Mecina Alfahar en el año 1895. Ricardo había nacido en el seno de una familia adinerada. Era, por tanto, un buen partido para una huérfana tierna y delicada como Angustias.

Los años fueron pasando de forma letárgica. Y al mismo tiempo que crecían los hijos, el corazón de Angustias se iba deshilachando, extinguiendo como la lumbre de una cerilla.

Pero sucedió un milagro, porque los humanos somos impulso, latido itinerante desmenuzado que va esparciendo sus simientes por la atmósfera en busca de consuelo, de amor verdadero y pasión desenfrenada.

Y, en 1940, apareció él. Forastero. Joven. Apuesto. Inteligente. Locuaz. Divertido y alegre. Atento. Sensible. Mágico. Y ella le creyó. Le creyó porque el alma inocente necesita creer, necesita mirar al cielo, necesita un reflejo de dignidad y una cara de ilusión. Y a pesar de que sus párpados se arrodillaban cada vez que él la miraba por sentirse en pecado, pasó lo que tenía que pasar. Y llegaron los besos.  Y, a pesar de los remordimientos,  la atracción por él  era más fuerte que la estabilidad de un matrimonio roído por la desidia.Y ella siguió creyendo. Y ella siguió luchando consigo misma. Y siguió mirando, ahora de frente, para comprender que ese hombre mágico no era más que una brecha entre su deseo y su esperanza.Y ella empezó a darse cuenta de que el reflejo del cielo era sólo un espejismo del diablo.

Y empezó a sentir esa incomodidad de sentirse exprimida, privada de libertad, escrutada, perseguida por unos ojos murciélagos que querían poseerla. Y dejó de creer en él .Y su alma se convirtió en un cactus sobre monte desierto. Y empezó a sentir ese fastidio de estar siempre escapando. Y sintió un miedo atroz capaz de matar en defensa propia. Un miedo hueco, huérfano de madre, como ella.

Ella, que había sido tan devota. Devota de la virgen de las Angustias y devota del Santo Cristo de la Yedra no perdió la fe e imploró que la liberaran de ese  mal llamado amor, de ese vínculo dañino como cadena perpetua.. Y, escuchando sus lamentos, el Santo Cristo prometió atender sus ruegos de madrugada.

Y a la mañana siguiente, al toque mismo de la quinta campanada, Angustias se vistió de blanco, como una novia, como una virgen, como una azucena recién abierta y recorrió descalza el camino que separaba su casa de la iglesia.

Y entró en el templo como quien entra en su propia alma.Y se descubrió el velo. Y se descubrió el hombro. Y se descubrió el pecho. Y se descubrió su latido maltrecho postrándose ante el Cristo de la Yedra.


Y una voz grave surgida de sus mismas entrañas recitó serenamente la primera y única oración que por siempre jamás le acompañaría:
               ORACIÓN
Vuelvo al punto de rodillas y rezo:
(con los párpados bien abiertos.Mudos.)
"Este amor ya es tiempo muerto, futuro
de hojarasca caída por los pechos,

humus que penetra con ojos ciegos
(de cuerpo presente y sueño caduco)
en carne abierta por besos ateos,
sin Dios, ni virgen ni profeta: humo.

Este amor ya es olvido, blanca túnica
de besos leídos, tiempo de descuento,
cuerda floja, certeza de lo efímero."

Me confieso al tiempo perdido y, súbita,
comulgo relojes, libero lamentos,
cierro bien los dos párpados y vivo.

             AMÉN

Y  en esos mismos instantes el aire flotó en forma de pétalos multicolores y desde los bancos vibraron tiernas canciones de cuna. Y el alba saludó con un guiño al polvo recién nacido de la liberación de un alma torturada.

Y por la ranura mínima de la cúpula partió la congoja de Angustias, desnudándose del abrigo de vacío que le había acompañado desde su infancia.

Y despertó la luz.
Y la luz la besó con un beso iniciático, de resurrección.
Y Angustias salió de la iglesia y esparció la buena nueva por las lomas del infinito para que su suerte germinara en otras almas malheridas.

Y si tú, lector o lectora, tenías el alma agonizando, debes saber que leyendo esta historia has quedado liberado/a para toda la eternidad de amores que, pareciendo miel, inyectan hiel. Porque este es el milagro del Santo Cristo para las almas que, a pesar de haber sudado lágrimas, siguen teniendo fe. Y ahora eres tú quien decide si creer o no creer.

domingo, 29 de agosto de 2010

No llevo la cuenta...(texto de Luis Vidaña)

Foto: René Van Es

Una de las características que han definido la comarca de la ALPUJARRA prácticamente hasta los años sesenta del pasado siglo ha sido el aislamiento debido a dos factores básicos: el relieve del terreno que ha dificultado la entrada masiva de personas de otros lugares próximos o lejanos, y  la dificultad en las comunicaciones con el exterior para la gran mayoría de habitantes de esta comarca granadina.
Ambos factores se han superado durante las últimas décadas gracias a las mejoras en los medios de comunicación y de transporte. Así, de las diligencias que recorrían la comarca durante el siglo XIX, con muchas penalidades para los animales de tiro debido a la fuerte pendiente del terreno y de las dificultades del pavimentado de los caminos, se ha pasado a las carreteras actuales y a la proliferación por todos los pueblos de los coches individuales, a parte de la famosa ALSINA (alsa) con unos niveles de calidad iguales a los que presentan los autobuses de cualquier otra zona del país.
Y de la pobre radio, presente en muchos hogares durante las décadas de 1940-1960, con dificultades de recepción de muchas emisoras españolas y por contra, con gran facilidad de escucha de emisoras en francés y en árabe (procedentes de Marruecos); al gran salto con la comunicación con el exterior primero de la televisión en fase incipiente en blanco y negro durante los años 60.
En Válor, durante nuestra infancia, recordamos dos TV a las cuales acudíamos un amplio público durante los años 60 y principios de los 70: la TV parroquial ,donde los chavales del pueblo nos reuníamos los sábados por la tarde para ver la película de turno, y como sucedía en los cines, las madres nos llevaban la merienda para no interrumpir el visionado de la pantalla mágica; y la televisión “comunitaria” del bar de Emilio Juárez, sobretodo cuando televisaban toros o partidos de fútbol.
Foto: René Van Es

Por tanto, la televisión y los coches han sido dos agentes de primer orden en la ruptura del aislamiento tradicional de los habitantes de la Alpujarra, a los cuales se pueden añadir otros muy importantes como la emigración y el consiguiente flujo de información, experiencias y vivencias que implican un empuje para el cambio social y económico; y ,por citar otro factor que durante la últimas década esta contribuyendo a cambiar los hábitos, sobretodo de los más jóvenes ,podemos mencionar INTERNET, la telefonía móvil, etc.

No obstante, lo que nos ocupa en este pequeño relato no es únicamente explicar el marco general de la evolución de la comarca alpujarreña  sino  que también nos interesa cómo poder recuperar expresiones y vivencias de personas de cierta edad que todavía hoy en día nos sorprenden con sus recuerdos.
El relato siguiente da testimonio de lo que pretendemos comunicar:
Foto: Rene Van Es

Durante este verano de 2010,  en el contexto de una fiesta familiar de cumpleaños de un niño (3 años), una de las personas allí presentes de 88 años, interpelado por la madre del homenajeado en relación a su familia y hijos contesta:

- Tengo dos hijos ya casados, uno vive en el pueblo y el otro se ha ido al El Ejido porque aquí no hay trabajo para sacar la familia adelante.
-Y que edad tienen?- pregunta la madre
-No llevo la cuenta.

Probablemente si la pregunta se hubiera realizado a la madre, sin la menor duda la respuesta habría sido precisa; pero está claro que entre las funciones de los padres no se encontraba la de saber en cualquier momento la edad de los hijos.

En otros casos que nos hemos encontrado, muchas personas de cierta edad tampoco recuerdan con precisión su edad o su fecha de nacimiento. Está claro que eso no era una prioridad social como tampoco el control formal y administrativo de estas cuestiones y como prueba de ello vivimos una experiencia durante los años 60 que da fe de lo que estamos contando.

Era frecuente alquilar el taxi del pueblo para ir a Barcelona en Alicante, dentro del contexto emigratorio de estos años. Estos vehículos se ocupaban al máximo de su capacidad, tanto de personas como de bultos (maletas, cajas de productos autóctonos, etc.). A lo largo de estos viajes era frecuente encontrar las parejas de motoristas de la guardia civil.
En uno de los viajes, la guardia civil para el vehículo y solicita la documentación a los ocupantes. Recuerdo perfectamente como una de las mujeres de cerca de 40 años no pudo presentar su DNI, sencillamente porque nunca se lo había sacado.
La cosa no fue a más, con el compromiso de proceder al citado trámite administrativo al llegar al destino, pero denota una realidad social que también caracteriza el ayer de la Alpujarra.
Foto: René Van Es

Probablemente el “hombre” no se hubiera visto en un episodio como el anterior, ya que la ruptura con el cordón umbilical  se solía producir con la llamada a filas ,el servicio militar, la MILI.
La batallas y historietas vividas durante la mili han constituido una de las primeras fuentes de información de padres a hijos sobre las maravillas del mundo exterior.

Y para cerrar este pequeño relato, decir que también la “quinta” es la referencia de muchos mayores de los pueblos de la Alpujarra para referirse a su edad y para determinar qué hombres del pueblos son mayores o menores.

Luis Vidaña

miércoles, 25 de agosto de 2010

soplillos poéticos

foto: José Antonio Moreno




 Un soplillo es un dulce típico de la zona de Granada hecho a base de clara de huevo, azúcar, almendras y ralladura de limón. El resultado es satisfactorio cuando su textura es seca, ligera y muy, pero que muy crujiente.

Un haikú es un poema breve de tres versos de 5,7 y 5 sílabas respectivamente. Es una de las formas de poesía tradicional japonesa más extendidas.
Pretende describir fenómenos naturales o la vida cotidiana de la gente. Tanto el contenido temático como la estructura formal están influenciados por la filosofía zen.

Personalmente es una de las formas métricas que más me agrada. No sólo por su sencillez y brevedad, sino por su capacidad de evocar, de sugerir, de captar la fugacidad del momento como si de una fotografía instantánea se tratara.
Los guardo como cachitos de placer en las retinas, resultado de itinerarios paseados o imaginarios.


Y si el haikú es una miniatura poética reservada para alimentar el alma o la mente , el soplillo es un instante de goce para el paladar, diminutivo de soplo, tiempo brevísimo, fugaz. El mismo tiempo que uno puede invertir en leer un haikú: poco menos que un suspiro.

soplillos casa Ortega

Y a pesar de que la ingestión de azúcar pueda adormecer la mente dejándola en una situación de inconsciencia ante la belleza y el mundo y eso, precisamente, no es lo que pretendan los haikús, no puedo resistirme a la idea de fusionar los soplillos alpujarreños con los haikús japoneses. 

Quizás la afirmación de  Federico García Lorca ens sus versos heptasílabos 
  "El poeta es el médium
   de la Naturaleza,
   que explica su grandeza
   por medio de palabras"
sea cierta y haya ese deseo secreto de verbalizar el cosmos, de comunicar lo inefable.
 Y no sólo eso, quizás también haya cierta necesidad de entremezclar para refundirlo todo, ya sea para degustar con el paladar, con la vista y el tacto o con el sentimiento. Así pues, de este  noviazgo multicultural  surgen los siguientes versos :
           I
El tiempo es dulce
si, entre labios, soplillos
desvanecemos


           II
Cálida tierra
como abrazo de madre
Gran Alpujarra.





          III
Salto de potro
entre ríos y montes
grita el silencio


foto: José Antonio Moreno
          IV
Ebria la tierra
de vino negro lomas
ríos abstemios




          V
Cañada hierro
danza del sol en roca
sobre tomillo



          VI
Paredes niñas
impolutas y blancas
tiernas aldeas

foto: José Antonio Moreno

          VII
Rayos de mano
incendio de la tarde
sol encalado





          VIII
Juncos por brazos
enraizadas las manos
paloma en labios

          IX
Grietas en tierra
desafio de almendros
miel en desierto


Foto: José Antonio Moreno

          X
Monte caballo
fiel al sol de la tarde
crines de sangre



           XI
Dedos de esparto
manantial de secretos
llena de vida

          XII
Paisajes lobos
aúllan por la noche
feroz misterio



         XIII
Tierra de plata
bajo olivos frondosos
Sierra de Válor




          XIV
¿Sabe la hormiga
que su fuerza vital
nos desmorona?


foto: José Antonio Moreno










       XV
Silencio estricto          
de la nada belleza         
que tanto asusta

          XVI
Salpica el Tiempo,
sin lógica aparente,
los calendarios.